Una iniciativa sin ánimo de lucro impulsada por la Asociación para la Prevención del Tabaquismo en Aragón (APTA) y Asociación Vasco Navarra para la Prevención del Tabaquismo.
 

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XQNS! / Legislación tabaco  / 6 AÑOS SIN TABACO EN LOS BARES. «No sé cómo podíamos aguantar esa peste»

Parece que llevamos media vida con ello, pero lo cierto es que no hace tanto: este lunes se cumplen seis años de la entrada en vigor de la Ley de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco, conocida como Ley Antitabaco, que prohibía fumar en todo tipo de espacios abiertos de uso colectivo, así como en locales abiertos al público tales como bares, restaurante, hoteles, tiendas y demás.
En su momento la ley creó bastante polémica y, sobre todo, muchas preguntas en torno a los que en principio serían los grandes perjudicados: los bares. ¿Perjudicaría esta medida a sus negocios? ¿Molestaría demasiado a los clientes? ¿Dejaría de ir la gente a los bares, tal y como aseguraba la Federación Española de Hostelería (FEH), y acabarían cerrando más de 70.000 bares? ¿Respetarían los fumadores dicha medida, especialmente en las localidades más pequeñas o en los bares menos transitados? ¿Disminuiría la facturación de los bares a causa del ‘cigarro en la calle’? En definitiva, más allá de la evidente mejora de la salubridad, ¿acabaría esta ley provocando un perjuicio para los pequeños o grandes hosteleros?
Eso es lo que hemos querido comprobar. Seis años después de la aplicación de la medida, que ha sido respetada prácticamente desde el primer día, hemos hablado y hecho balance con cuatro hosteleros de todo tipo: Carlos Cruz (copropietario de locales de Madrid como Sideral o Mi madre era una groupie), Toni Bonanno (dueño del longevo bar Bonanno de Madrid), Eduardo Marfil (dueño del bar Alive de Ciudad Real y por aquel entonces de la discoteca Belle Pop) y César Manjul, dueño (de un pequeño bar diurno en el barrio madrileño de Tetuán).
Entre todos, además, nos han ilustrado las cinco fases por las que tanto los clientes como ellos mismos pasaron a la hora de afrontar la aplicación de esta ley: negación, incredulidad, cabreo, resignación y aceptación.

1) Negación: «Eso no va a funcionar»

La Ley Antitabaco no fue el primer intento del gobierno de Zapatero por eliminar el tabaco de los espacios públicos y de ocio. A modo de ‘avanzadilla’, en 2006 se aprobó la anterior Ley Antitabaco, que impedía por primera vez fumar en espacios de trabajo y, en el caso de los bares y discotecas de más de cien metros cuadrados, les obligaba a habilitar una zona especial para fumadores. Aquella medida, definitivamente, fue un fracaso: muchos bares no la cumplían, otros lo hacían a medias, otros habilitaban zonas que no cumplían con los requisitos técnicos de la norma…

Por ello, al principio la Ley Antitabaco de 2011 generó el escepticismo de muchos, que dieron por hecho que prácticamente nadie la cumpliría. Sin embargo, esta vez iba en serio: «Sabíamos que nos exponíamos a multas muy altas e incluso al cierre del local», nos cuenta Toni Bonanno, quien también reconoce que todos los hosteleros sabían que esta vez la ley no sería tan permisiva como la de 2006.

«No me preocupaba demasiado que los clientes dejaran de venir, pero sí que no quisieran cumplir la ley»

Por ello, la preocupación era evidente: «Este bar es muy de cafés por la mañana, pinchos a media mañana, menú a mediodía, café por las tardes y alguna caña por la noche, y había muchos fumadores», nos cuenta César Manjul. «Es gente que viene a relajarse un rato, y eso para los fumadores suponía echarse el cigarro que no podían echarse en el trabajo o en casa. No me preocupaba demasiado que dejaran de venir, pero sí que no quisieran cumplir la ley. En una discoteca hay mucha vigilancia y la gente no se va a saltar la ley, pero me preocupaba que aquí, al ser un bar pequeño, los clientes prefiriesen seguir fumando y pensar que no pasaba nada. Más de uno, de hecho, me lo decía: ‘Ná, si aquí no van a venir’», recuerda.

2) Incredulidad: «¿En serio no me dejas fumar?»

Llegó el día más temido: el 2 de enero de 2011. Además, aquel año Nochevieja fue de viernes a sábado, con lo que la prohibición de fumar en los bares entró en vigor a la noche siguiente, en pleno sábado, con lo que los bares nocturnos tenían que empezar a aplicarla una noche algo más descafeinada por la fecha, pero un sábado al fin y al cabo.

«No fue una noche fácil», recuerda Toni Bonanno. «No teníamos más remedio que ser estrictos, ya que la sanciones para el local eran muy altas: nos pondrían una multa, nos podrían cerrar el bar… tuvimos que ponernos muy serios. Con los clientes fue un poco difícil: todos nos ponemos un poco burros cuando nos quitan algo, y a la gente no le gustaba que le llamásemos la atención. No fue fácil, no».

La noche del 1 al 2 de enero fue difícil: «A la gente no le gusta que le llamase la atención»

Y en los días sucesivos, la misma historia, trasladada a los bares de barrio: «Yo creo que los dueños de los bares nos mentalizamos enseguida de que, esta vez, la ley iba en serio, pero los clientes no tanto», nos cuenta Manjul. «Al principio fue complicado: ten en cuenta que era enero y hacía un frío que pelaba, así que a la gente no le hacía ninguna gracia salir a la calle. Además había algún despistado que se encendía el cigarro por inercia, sin darse cuenta, y le jodía bastante tener que salirse. Recuerdo lo que me preguntaban muchos: ‘Pero entonces, ¿de verdad tenemos que salirnos a la calle? ¿No nos vas a dejar fumar aquí? ¡Si aquí no va a venir la Policía!’. Fue algo delicado, pero mira, lo bueno es que siempre había tema de conversación: los fumadores no hablaban de otra cosa (risas)».

De hecho, en algunos bares costó un poco más, como recuerda Eduardo Marfil: «Creo recordar que los primeros días nos lo tomábamos medio a risa. Había de todo: algunos salían a la calle a fumar, pero otros tantos seguían fumando».

3) Cabreo: «Parecemos delincuentes»

Y la cosa, claro, fue a peor con el paso de los días: «La gente estaba cabreada, muy cabreada», recuerda César Manjul. «No era sólo que tuvieran que estar en la calle, sino que se sentían como si fueran delincuentes. A mí también me pasaba, ¿eh? Que yo soy fumador, y no veas la mala uva que se ponía de pensar que ni en mi propio bar podía fumar, que tenía que irme a la calle como si fuera un vagabundo. Es cierto que había un poco dos bandos: los no fumadores estaban tan contentos, pero los fumadores estábamos cabreados. Entendíamos a los no fumadores, pero nos cabreaba mucho tener que irnos a la calle».

Hay un segundo tema derivado de este cabreo: ¿bajaría la afluencia de gente a los bares al no poder fumar? ¿Sería una ruina para los locales, que verían cómo la gente prefería beber y fumar en su propia casa? Así lo creía la Federación Española de Hostelería (FEH), que, antes de la entrada en vigor de las medidas, estimaba unas cifras catastróficas: la nueva Ley Antitabaco acabaría con 70.000 bares y 200.000 puestos de trabajo. Pocos meses después, los socios de la propia FEH volvían a manifestarse para denunciar que la ley les había ‘comido’ un 19% de negocio y que los locales y puestos de trabajo sufrían más que nunca en toda la historia, aunque las cifras oficiales contrarrestaban esa visión.

Seis años después, y pese a que todos reconocen que al principio estaban «acojonados», los hosteleros de nuestro reportaje aseguran que la cosa no fue para tanto, aunque no niegan un bajón de ingresos incipiente: «Claro que perdimos», asegura Toni Bonanno. «Al principio sobre todo perdimos en los eventos deportivos: fútbol, cerveza y un pitillo iban juntos. No fue fácil, durante dos años tuvimos bajada de ingresos».

Además, Carlos Cruz apunta otro factor importante: «Ahora la gente sale menos a fumar, pero al principio salían cada cinco minutos, así que perdíamos caja. Y si una persona está tres horas en un bar, pero de esas tres horas se tira media fuera, a lo mejor es una copa menos que paga. Y no olvidemos los problemas del aforo: si una persona sale a fumar y tienes el bar lleno, evidentemente no puedes dejar pasar a otra persona en su lugar, pero el problema es que ahí no está consumiendo nadie: ni el que ha salido a fumar ni el que está fuera esperando para entrar y consumir».

No lo ve tan sencillo Eduardo Marfil: «Está claro que si estás en la calle tienes menos tiempo para consumir, ya que antes fumabas y consumías al mismo tiempo. Pero no es fácil saber si la gente dejó de ir a los bares por eso, ya que también fue el principio de la crisis hostelera en general». En cualquier caso, no duda cuando le preguntamos si habría sido posible que la gente dejase de ir a los bares por el hecho de no poder fumar: «No. A los españoles nos gustan los bares, ni con esas nos harían dejar de salir».

«La inversión de muchos locales con la antigua ley sí que fue el fin de muchos negocios»

Lo que sí fue una ruina para muchos bares fue la anterior Ley Antitabaco, la de 2006. En aquella los pequeños bares podían elegir si dejaban fumar o no, mientras que los grandes debían habilitar una zona de fumadores. Una ley que casi nadie siguió a rajatabla, pero que a algunos les colocó en serios aprietos económicos: «Hubo mucha confusión, fue dura para muchos: al principio daban a elegir si permitías fumar o no, luego hubo que habilitar los locales y muchos hosteleros se gastaron cantidades de dinero muy considerables en extractores de humo, zona de fumadores, etc. Y claro, luego la prohibición fue total, así que muchos vieron que todo el dinero que habían invertido se había ido a la basura. Para muchos bares fue muy duro, hizo mucho daño», recuerda Toni Bonanno.

Quizá el mejor resumen de lo que supuso aquella primera ley lo tiene Eduardo Marfil: «Fue el principio del fin del tabaco en los bares, pero la inversión que hicieron muchos locales también fue el fin de muchos negocios».

4) Resignación: «Qué remedio, no nos queda otra»

Al final nadie estaba encantado de la vida, pero todos se iban haciendo a ello: «Al final todo el mundo se fue acostumbrando. No les hacía ninguna gracia eso de tener que salir a la calle, pero qué remedio, no les quedaba otra, cada vez se quejaba menos gente. Estaban resignados», recuerda Manjul.

Toni Bonanno, de hecho, añade un punto de empatía por parte de los clientes: «Al final la gente entendió que, si fumaba en el bar, los perjudicados éramos los propios bares, que nos exponiamos a multas o incluso al cierre».

5) Aceptación: “¿Cómo podíamos estar con esa peste?”

Con el tiempo, parece evidente que el ciudadano medio no sólo se ha hecho a esta ley, sino que incluso la veía necesaria: «La gente ya está muy acostumbrada y te diría que hasta agradecida», asegura Bonanno. «Los que trabajamos en bares llegábamos a casa con la ropa oliendo a tabaco, los clientes (fumadores o no) también… A todos nos ha costado adaptarnos, pero nos hemos acostumbrado y estamos encantados».

De hecho, «si alguien intenta fumar en un bar, siempre hay otro cliente que te avisa. Ha sido un éxito para todos: menos olores, menos humos, más cómodo… a la larga todo el mundo está a favor», nos cuenta Eduardo Marfil.

«Ahora todos estamos acostumbrados a no fumar en un bar, pero, ¿y el ruido de la calle?»

De todos modos, para Carlos Cruz hay problemas y cuestiones que siguen sin respuesta clara: «Nos prohíben que se fume en los bares, pero cada vez permiten más puntos de venta de tabaco. Y hoy en día para un bar es casi obligatorio vender tabaco, aunque no nos dé ni 300 euros al año: porque si tu cliente se va a por tabaco al bar de enfrente, a lo mejor no vuelve al tuyo». Además, «ahora todos estamos acostumbrados a no fumar en un bar y y es positivo, pero tenemos otro problema: el ruido de la calle. Nosotros no podemos estar mandando callar a gente que está en la calle, y la policía no puede estar en la puerta de todos los bares, pero los vecinos se quejan con razón».

En cualquier caso, todos coinciden en la misma conclusión, la de la aceptación: «Ahora todo el mundo tiene asumido que, si quieres fumar, tienes que salirte a la calle», asegura Manjul. «Les puede molestar un poco si hace frío, o si llueve, o si tienen una conversación a medias, pero todo el mundo lo tiene asumido ya, no hay nadie que se lo cuestione. Incluso yo te digo que me parece bien esta medida. Ahora recuerdo cómo era mi bar hace seis años: ‘Hostia, es que esto estaba lleno de humo todo el día’… Y como soy fumador no recuerdo los olores, pero imagino que daría asco. Ahora no sé cómo podíamos aguantar esa peste, la verdad».