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El inquietante gráfico que precide cuántos años le quedan por vivir

Fuente: Teresa Morales García. El pais

No es tarot, son matemáticas. Conozca cuándo llegará su fin (y empéñese en postergarlo)

 

¿Se atrevería a averiguar, de manera aproximada, hasta qué edad vivirá y las enfermedades que le acecharán con los años? No hablamos de conjeturas hechas por adivinos o tarotistas, sino de algo aún más misterioso: matemáticas. En unos instantes, y solo con confesar el sexo, la etnia a la que se pertenece y la edad, sabrá aproximadamente cuándo y por qué aciaga causa va a dejar este mundo, gracias al simulador de esperanza de vida Flowing Data.

 

Lo que ha hecho Nathan Yau, experto en estadística y creador de este peculiar algoritmo, es recolectar la información que proporcionan varias instituciones, como la CDC Wonder, encargada de recopilar información sobre el control y la prevención de enfermedades en Estados Unidos, y la Organización Mundial de la Salud, que difunde las causas de mortalidad en cada continente. A partir de ahí y, en función de las cifras existentes, dibuja una tabla de probabilidades.

 

Según este gráfico interactivo, una mujer blanca que hoy tenga 44 años podría cumplir 100 años y sería más factible que falleciera por problemas circulatorios (un 44% de probabilidades) que por las consecuencias de un cáncer (20%) o una afección respiratoria (6%). En cambio, una nativa-indígena estadounidense, de la misma edad, también llegaría a ser centenaria, pero los porcentajes de las enfermedades más frecuentes serían diferentes (34%, problemas circulatorios; 15%, cáncer; 12%, temas respiratorios; 8%, causas endocrinas y 7%, enfermedades nerviosas). ¿Y un hombre blanco de idéntica edad? El riesgo de que sufra problemas circulatorios es del 39% y las muertes por algún tipo de cáncer ascienden, en este caso, al 27%.

¿Cálculos infalibles?

Los datos que dan lugar a estas predicciones están basados en las diferentes estadísticas sobre la población, que durante siglos, se han publicado a través de organismos oficiales, nacionales e internacionales. “Las tablas de vida son la herramienta más antigua e importante en la demografía. Son ampliamente utilizadas para fines descriptivos y analíticos en la salud pública, la epidemiología y otras ramas científicas”, dice Mireia Farré, responsable del Área de Población y Territorio del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat). “La esperanza de vida es el indicador más ampliamente utilizado para medir el estado de salud de una población, a pesar de que para su cálculo solo se tiene en cuenta la duración de la vida de las personas y no la calidad de la misma”, recuerda la experta en estadística.

 

Este matiz es el que, como sugiere la doctora Aitana Calvo, oncóloga del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y secretaria científica de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), convierte estos datos en un instrumento muy práctico, pero hay que mirarlos con cautela. «Por ejemplo, para establecer un pronóstico de muertes por cáncer para una población, en un año concreto, se parte de dos indicadores: por un lado, el número de casos acontecidos y ajustados por edad en un período establecido y, por otro, la población estimada para ese momento futuro». Pero la experta explica que estas mediciones no incluyen los cambios en los hábitos de la población, y estos tienen un efecto directo en la reducción de la incidencia de las enfermedades: «El descenso de consumo de alcohol y tabaco o la aparición de tratamientos, entre otros factores, disminuyen la cifra de tumores. Las variaciones en el comportamiento aumentan la supervivencia de los pacientes o incluso logran la curación de determinados tipos de cáncer».

 

Así, la SEOM, a través de los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y por los grupos cooperativos EUROCARE (EUROCARE-5) y REDECAN (Red Española de Registros de Cáncer), la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud y los referentes a la mortalidad proporcionados por la propia OMS, es capaz de predecir, en su último informe, la incidencia del cáncer en España para 2020: 246.713 nuevos casos, 31.179 más que en 2012.

 

El objetivo de estas previsiones, en cualquier caso, el de ayudar, no el de avivar el miedo. “Este cómputo permite conocer con antelación el alcance de una enfermedad determinada en una población concreta con el fin de planificar los recursos que serán necesarios: la formación de oncólogos, la creación de servicios de oncología, la financiación de la investigación en una patología concreta o la vacunación de virus relacionados con la aparición de tumores, como el del papiloma humano, exigen muchos años para ser efectivos”, comenta la doctora Calvo. Así que el hecho de atisbar la posible fecha de su defunción es, a priori, positivo, ya que podrá mejorar ciertos hábitos que le ayudarán a prolongar así su existencia en este planeta.

 

Este es también el aliciente de la calculadora de esperanza de vida del proyecto Living to 100, ideada por el doctor Thomas Perls, director del Estudio de Personas Centenarias de New England, de la Universidad de Boston. A través de un test de 40 preguntas de lo más variopintas (que van desde su estado civil, hasta las causas que aumentan su estrés; pasando sus hábitos de sueño, su optimismo frente a su propio envejecimiento o las tazas de café que bebe al día), marca la edad aproximada de su muerte y, he aquí lo interesante, los años de más que podría vivir sobre esa cifra si modificara algunas costumbres que, punto por punto, la sabiduría de esta aplicación informática le va aconsejando. Por ejemplo, las recomendaciones de este algoritmo para la mujer del primer ejemplo podrían ayudarle a vivir medio año más si aprendiera a lidiar mejor con el estrés causado por las responsabilidades profesionales.

Prevenir mejor que curar

Hay que reconocer, no obstante, que saber de antemano la fecha de la propia muerte resulta desagradable o poco alentador, pero saber los riesgos de salud a los que se enfrenta por pertenecer a un grupo poblacional o por sus propias características físicas puede serle muy útil. “Consolidar la reducción de riesgo cardiovascular en una persona, por ejemplo, requiere perseverar en el cambio hacia un estilo de vida saludable y el control de la tensión, el colesterol o la diabetes. Así que conocer su riesgo de enfermedad cardiovascular puede ser muy provechoso desde el primer día”, opina la doctora Regina Dalmau González-Gallarda, miembro de la Fundación Española del Corazón y presidenta del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT). La fundación aloja en su web una calculadora que evalúa el riesgo cardiovascular según sus índices personales de colesterol, tensión, diabetes, tabaquismo, edad, sexo e incidencias cardiovasculares anteriores. “Gracias a estas calculadoras, el profesional sanitario puede detectar a las personas con mayor riesgo y optimizar el control”, Eso sí, como matiza la experta, “son útiles sobre todo si la información la transmite un profesional sanitario, porque si se maneja directamente puede acabar creando una excesiva preocupación”.